AUTORRETRATO
OSCAR
Sus
ojos de cambiante color, rodeados por un rostro pensativo con canosa barba y
carente cabellera, miran con incertidumbre el final del camino, en medio de
altibajos físicos y espirituales creencias.
AUTORRETRATO
SOCIAL Y FÍSICO
VIRGINIA
Me miré al espejo, me veo
bien organizada y me digo: Virginia, gracias por romper con esas sombras, con
esas pandemias que cargabas y creías que todo estaba bien.
En estos días de cuarentena,
me di cuenta de no estar equivocada al tener una posición crítica frente al
caos humano que hemos estado viviendo. Sigo en el espejo y pienso con relación
a lo físico: me veo bien, me acepto, lo importante es lo que tenías que
cambiar, ya lo has modificado, de no masificarse, siempre en busca de la
sabiduría para obrar mejor, el desamor por el amor, ser justa, en fin, tantas
cargas que, por prepotencia, falta de humildad y muchos otros aspectos, no
cambiamos.
Me detuve otra vez en lo
físico y retrocedí en el tiempo, niñez, juventud y pensé que los años no vienen
solos, ¡Qué cambios tan bruscos! es un proceso natural, la belleza interior se
ve mucho mejor y no se arruga.
Coloqué el espejo en una
mesa y sentí mis espaldas más livianas, me recosté en la cama y recordé que
Dios es verbo no sustantivo.
AUTORRETRATO
EDISÓN
Al
mirar los ojos de aquel reflejo, la noche va enlazando cada imagen de los
tiempos que atraviesan esta historia. Oscuridades que se dibujan devenidas de
un confín de recuerdos, aquellos tiempos de un caminante que a cada paso dejó
rastros de claridad y también de épocas aciagas; la mirada queda suspendida y
hay un libro interminable en la espera de ser releído. Las líneas escritas
sobre esta obra corta esclarecen cada capítulo, y yace dentro un mural de la
certidumbre de aquellos anhelos que han marcado un final aún incierto. El
tiempo va dejando un rastro que deambula todos los días en el silencio, una duda se va tejiendo en cada
noche que miro mi rostro en este espejo,
allí en ese pequeño instante en que la contemplación se forja en su estado más
perfecto puedo entender las sonrisas desaparecidas, lo difícil que va siendo el
paso complejo de los años que laceran más
la voluntad, aun en mi cuarto hay líneas de tiempo que no logro revisar, palabras que en
la memoria se van tejiendo en hechos memorables del sueño. Ahora mis ojos
deambulan mi cuerpo como contemplando lo fantasmagórico, como la sombra que nos
persigue en la viva luz de todos los días. Rutilante aquella mirada, que
absorbe toda atención en la rutina, cuan cadena es la misma línea que
perseguimos en el tiempo, mi reloj como una reliquia se ve en el espejo, se ve
en la perplejidad y aun así me tienta en mirar su hora exacta como el hábito
que se va construyendo. Vuelvo a mirar mi rostro en una ansiedad que desborda la
locura, el espejo se mueve conmigo y me persigue en el paso que doy, pienso en
mi ámbito y en las formas de desterrar la nostalgia, el recuerdo se esgrime
en su estela incierta y en la
noche se hace aún más profundo su
camino, vastedad de incertidumbres a la
misma hora en que el retrato aparece de
nuevo, y allí comienza otra vez el juego mortal de la espera, de la remembranza como arma infalible en mi rostro, los años van dejando retratos plasmados de este y otros días como una
colección de imágenes, que
despuntan heridas y horas eternas que invaden el recinto.
Me parecio un gran ejercicio para pensarnos desde el confinamiento y poder explorar las multiples formas de narrar la ocurrencia de los hechos
ResponderEliminarSi es excelente, pero al repensarnos para hacer el autoretrato, ante está situación, nos encontramos con fantasmas que habíamos alejado de nuestra esencia personal y que al volver de nuevo nos sorprenden; haciéndonos reflexionar sobre todo lo bueno que dejamos ir y sobre todo lo que hemos cambiado de forma inconciente...
ResponderEliminarEsta es una reflexión muy profunda sobre el significado y los efectos de este ejercicio. Muchas gracias.
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