martes, 24 de marzo de 2020

EL RETRATO



«Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años, era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro; gran madrugador y amigo de la caza».


EL RETRATO

Reflexionemos sobre el concepto de retrato en toda su semántica.

Antes de leer las siguientes líneas detente unos minutos para que acudan a tu mente todas las acepciones o significados que puedes asociar con el concepto de retrato.

Posiblemente surjan cosas como:

  • Representación gráfica de un cuerpo.
  • Objeto portador de significados: recuerdos o memorias, afectos, pérdidas, obsequio o regalo.
  • Recurso literario o como figura retórica que permite hacer presente a alguien a través de la escritura.


EL RETRATO COMO FIGURA LITERARIA

Vamos a centrarnos en esta última:

El retrato como recurso literario permite describir a un personaje de forma cercana relacionando sus rasgos físicos y psicológicos. En general es una combinación de tres figuras retóricas descriptivas: prosopografía, etopeya y pragmatografía. Alguien dijo una vez que se trata de plasmar en prosa la presencia física y el contenido espiritual de un personaje para configurar en cada línea la existencia compleja de un individuo.

Prosopografía: se usa para describir rasgos externos de un individuo, animal o cosa.
Etopeya: permite describir rasgos internos como carácter, cualidades, costumbres y virtudes de un individuo.
Pragmatografía: describe acciones, hechos y objetos.


Ahora, pensemos por un momento en la actitud o disposición que debe tener la persona que retrata, el retratista. Pensemos también en la sensación o emociones de aquel que es retratado: mirar o ser mirado. ¿Qué puede ser más difícil? Y,si tuviéramos que hacer un retrato de nosotros mismos, ¿Qué tan fácil sería mirarnos?

EL RETRATO AUTOBIOGRÁFICO

¿Qué tan sencillo puede resultar hacer un retrato de sí mismo?

Toma papel y lápiz, queremos proponerte un reto: Escribir tu autorretrato literario.


 A continuación, encontrarás diferentes ejercicios que te pueden ayudar a construir tu propio autorretrato. Cada ejercicio nos invita a una reflexión profunda, nos reta a mirarnos a nosotros mismos y a ver más allá de las apariencias. 

EJERCICIOS

Ejercicio 1: "Espiral biográfica narrativa"

Este ejercicio es una invitación a volver en el tiempo, a través de la memoria, para encontrarse nuevamente consigo mismos en diferentes momentos de su vida.
Deben elegir algunos recuerdos significativos que les permitan, de alguna manera, explicarse a sí mismos cómo han llegado a donde se encuentran en el presente: ¿Cuáles fueron esos acontecimientos que los condujeron a ser lo que son ahora?
Para construir la “Espiral biográfica narrativa” deben tomar una hoja de blog o de su libreta, si lo prefieren, y apuntar, cronológicamente, de adentro hacia afuera, las fechas, los nombres, los lugares que emerjan en sus recuerdos. Finalmente pueden hilar esos acontecimientos en una narración.

Ejercicio 2: “El espejo”


Busca un espejo que esté a tu alcance e intenta contemplar tu reflejo durante algunos minutos, no te preocupes por el tiempo, tómate el tiempo que necesites. Para algunos de ustedes puede ser fácil, otros no resistirán mucho tiempo, ya que a veces no nos gusta lo que vemos. 
Con este ejercicio queremos invitare a "mirarte desde fuera". Procura observar todos los detalles, los más sutiles. ¿En qué o en quién piensas  cuando observas tus ojos? ¿A quién te recuerda tu boca? ¿Qué sensaciones te genera este ejercicio?


Ejercicio 3: "Inventario"

Primero haz un inventario de los rasgos físicos más característicos del reflejo que has observado. 

A continuación tómate un momento para pensar cuales son los rasgos psicológicos que podrían que deberían estar presentes en tu retrato y haz un lista. 

Ejercicio 4: "Referentes"

Acude los ejemplos que citamos a continuación para que tengas una idea más amplia de las posibilidades narrativas que tienes al escribir un retrato literario. 

EJEMPLOS

A continuación, encontrarás un fragmento del retrato biográfico de Gustav Aschenbach el entrañable protagonista de La muerte en Venecia del escritor alemán Tomas Mann:

«A los cuarenta   años, cansado de los esfuerzos y alternativas de su profesión de escritor, ocupaba ya un puesto entre la intelectualidad mundial, que diariamente le manifestaba su afecto y reconocimiento en todos los países.
Su genio, apartado por igual de lo vulgar y de lo excéntrico, era de la índole más apropiada para conquistar, al mismo tiempo, la admiración del gran público y el interés animador de las minorías selectas. Acostumbrado desde muchacho al esfuerzo, y al esfuerzo intenso, no había disfrutado nunca del ocio ni conoció la descuidada indolencia de la juventud. A los treinta y cinco años de edad cayó enfermo en Viena. Un fino observador decía por entonces, hablando de él en sociedad: «Aschenbach ha vivido siempre así —y cerraba fuertemente el puño de la mano izquierda—. Nunca así —y dejaba colgar indolentemente la mano abierta». Esto era exacto, y el valor moral probado por ello era tanto mayor, cuanto que su naturaleza no era robusta ni mucho menos, y no había nacido para ejecutar esfuerzos de suprema tensión.
Su delicada complexión hizo que los médicos le excluyesen durante su niñez de la asistencia a la escuela, por lo cual disfrutó una educación casera. Había crecido así, aislado, sin amigos, dándose cuenta prematuramente de que pertenecía a una generación en la cual escaseaba, si no el talento, sí la base fisiológica que el talento requiere para desarrollarse; a una generación que suele dar muy pronto lo mejor que posee y que rara vez conserva sus facultades actuantes hasta una edad avanzada. Pero su lema favorito fue siempre resistir, y su epopeya de Federico no era sino la exaltación de esta palabra, que le parecía el compendio de toda virtud pasiva. Y deseaba ardientemente llegar a viejo, pues siempre había creído que sólo es verdaderamente grande y realmente digno de estima el artista a quien el Destino ha concedido el privilegio de crear sus obras en todas las etapas de la vida humana.
Por eso, como la carga de su talento tenía que ir sobre unos hombros débiles, y como quería llegar lejos, necesitaba una extremada disciplina. Y la disciplina era, por fortuna, una parte de su herencia paterna. A los cuarenta, a los cincuenta años, lo mismo que antes, a la edad en que otros descuidan sus facultades, sueñan y aplazan tranquilamente la ejecución de grandes planes, él comenzaba temprano la jornada cotidiana, dándose una ducha de agua fría, y luego, alumbrándose con un par de velas altas en el candelabro de plata, a solas con su manuscrito, brindaba al arte en dos o tres horas de intenso y concentrado trabajo mental, las fuerzas que había acumulado durante el sueño».


En el siguiente enlace encontrarás algunos ejemplos triviales que te pueden ayudar en la descripción: