miércoles, 29 de abril de 2020






Hubo un tiempo en el que moríamos de nostalgia…

Nostalgia: Esta palabra es el resultado de la combinación de νόστος (regreso) y λγος (dolor) y significa dolor por el lugar perdido o deseo de regresar al hogar. 


DATO CURIOSO: La nostalgia surge como una condición clínica acuñada por el médico suizo Johannes Hofer en un tratado de 1688 para referirse a la extrema añoranza o mal de corazón que sentían los mercenarios suizos al estar lejos de su patria (Sedikides et al., 2008).


A continuación, compartimos con ustedes un breve resumen del artículo académico: Una aproximación a la nostalgia reflexiva. Pueden leer el artículo completo en el siguiente enlace:

En la modernidad usamos la palabra nostalgia para referirnos a una emoción que está profundamente ligada con el sentimiento de pérdida que produce una especie dolor que es placentero.  De ahí que algunos consideren que la nostalgia es una emoción paradójica, debido a que nos remite a “La pérdida de un tiempo ausente, inalcanzable, doloroso y a la vez placentero”.


Así, la nostalgia es una emoción que tiene que ver con el paso del tiempo; algunos consideran que es una emoción agridulce de afectos positivos (placer en el recuerdo) y negativos (dolor causado por un sentimiento de pérdida). Esta emoción aparece cuando encontramos algo deseable en el recuerdo. Por eso, reconocer aquello que nos produce nostalgia, nos ayuda a entendernos a nosotros mismos y el tiempo que vivimos.

Existen dos tipos de nostalgia, una pasiva y otra reflexiva:
La nostalgia pasiva consiste en echar de menos un pasado idealizado para escapar de la realidad o simplemente evadirla. 
La nostalgia reflexiva consiste en recorrer nuestras memorias sin idealizar nuestro pasado y nos permite reconstruir el relato de nuestra propia historia para fortalecer el autoconocimiento y la identidad. 

Hoy queremos invitarlos a lanzar una mirada al pasado, y volver a pasar por los lugares que hemos habitado con una nostalgia reflexiva. Vamos a recorrer esos lugares añorados con la actitud de “un sujeto activo en la reconstrucción e interpretación de su pasado”.

Cómo se pueden dar cuenta lo que proponemos no es más ni menos que un ejercicio de memoria en el que el “yo” está atado a un espacio y tiempo concreto: El primer lugar que queremos evocar es LA CASA.

Una de las ideas más recurrentes en la ficción latinoamericana contemporánea es la representación de la casa como lugar de la memoria, del pasado y de la infancia, esto se conoce como: el ‘yo-casa’. Desde esta perspectiva, el espacio doméstico de la casa influye en nuestra estructura mental y en nuestra visión del mundo. Por ejemplo, Bachelard (2000, 30) habla de la «maternidad de la casa» porque es el espacio que «sostiene la infancia inmóvil en sus brazos».


Ejercicio N°1

Proponemos que, para este primer ejercicio de escritura, la casa sea ese elemento narrativo protagónico:

¿Recuerdas cómo era la primera casa que habitaste? 
¿Dónde están localizados los recuerdos de tu infancia, en el campo, en la ciudad?

Vamos a realizar un recorrido mental por la memoria que conservan de la casa de su infancia, intentando recordar todos los detalles:

¿Dónde estaba ubicada?
¿Cómo era por fuera?
¿Cómo era por dentro?
¿Qué era lo que más te gustaba de esa casa?
¿Cuál era tu lugar favorito?
¿A quien te recuerda esa casa?

Lecturas relacionadas:
Con el fin de ofrecerles algunos referentes les compartimos algunos fragmentos de obras literarias donde la casa es el espacio que contiene la historia:

La casa de azúcar (1959) Silvina Ocampo.

Cuando nos comprometimos tuvimos que buscar un departamento nuevo, pues según sus creencias, el destino de los ocupantes anteriores influiría sobre su vida […] Por fin encontré una casita en la calle Montes de Oca, que parecía de azúcar. Su blancura brillaba con extraordinaria luminosidad. Tenía teléfono y, en el frente, un diminuto jardín. Pensé que esa casa era recién construida, pero me enteré de que en 1930 la había ocupado una familia, y que después, para alquilarla, el propietario le había hecho algunos arreglos. Tuve que hacer creer a Cristina que nadie había vivido en la casa y que era el lugar ideal: la casa de nuestros sueños. Cuando Cristina la vio, exclamó: ¡Qué diferente de los departamentos que hemos visto! Aquí se respira olor a limpio. Nadie podrá influir en nuestras vidas y ensuciarlas con pensamientos que envician el aire. (Ocampo 2005, 64)

La casa de cartón (1928) Martín Adán

En la azotea, el aire único y múltiple, todo él en sí mismo resolviéndose en corrientes invisiblemente como la leche búlgara en bacilos; en la azotea, el aire denso de gomas de sol, de incoloros mucílagos de humedad – en la azotea –, calzones de la señora. Es en las humedades, más azul el azul del cielo, y si un pájaro innominable pasas tras ellas, crece y crece como a través de una lupa. Es una ventana del solo piso que la casa tiene: onírica visión alforante al ambiente, pasmado, sucio, loco, de los cristales emblanquecidos por un reflejo oblicuo de la tarde, el chaleco del señor con la cadena de plata y el reloj escondido en el bolsillo. (Adán 2001, 67)

El viaje a la semilla (1944) Alejo Carpentier

Ya habían descendido las tejas, cubriendo los canteros muertos con su mosaico de barro cocido. Arriba, los picos desprendían piedras de mampostería, haciéndolas rodar por canales de madera, con gran revuelo de cales y de yesos. Y por las almenas sucesivas que iban desdentando las murallas aparecían – despojados de su secreto – cielos rasos ovales o cuadrados, cornisas, guirnaldas, dentículos, astrágalos, y papeles en-colados que colgaban de los testeros como viejas pieles de serpiente en muda. (Carpentier 2003, 4)

Fragmentos tomados de:

miércoles, 22 de abril de 2020



Habitar la memoria



¿En qué lugar del espacio tiempo están alojados nuestros recuerdos, en la mente, el corazón, en una fotografía, en un rincón de nuestra casa o en sorbo de chocolate preparado por la abuela?

Los recuerdos se alimentan de nuestras vivencias y habitan calladamente en nuestra memoria. Solo se activan cuando tenemos experiencias que los evocan, estas experiencias pueden ser encuentros con personas, objetos, sabores, olores, texturas y todo lo que nos rodea. 

Cada lugar que habitamos se queda atado para siempre a nuestra memoria y pasará a ser parte de lo que somos. Dicen por ahí que, para entendernos a nosotros mismos, nuestra esencia, basta recordar los lugares que hemos habitado y que ahora habitan en nosotros con toda su influencia. 

A continuación, encontrarán un enlace para acceder al cortometraje “La mansión de pequeños cubos”, una bella representación sobre la relación que existe entre el recuerdo y el lugar que habitamos o hemos habitado. 

A partir de esta pequeña historia intenta recordar cuáles han sido los lugares que has habitado a lo largo de tu vida, con quienes compartiste ese espacio y qué es lo que más recuerdas de ese lugar.

¡No se lo pierdan!

“La casa de pequeños cubos”


Ficha técnica:

LA CASA DE LOS CUBOS,  (La Maison en Petits Cubes), Japón, 2008
Dirección: Kunio Katō
Música: Kenji Kondô
Narración: Masami Nagasawa
Duración : 12 minutos

En el siguiente enlace encontrarán una reseña sobre este cortometraje publicada en 2013 por el Espectador, es una excelente reflexión sobre el contenido de la obra: 

miércoles, 15 de abril de 2020



 La magdalena de Proust




"Hace ya muchos años que, de mi infancia en Combray, solo existía para mí  la tragedia cotidiana de acostarme. Un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso  tomar, contra mi costumbre, un poco de té. Dije que no, primero, pero luego, no sé por qué, cambié de opinión. Mandó a comprar uno de esos bollos pequeños y rollizos que se llaman magdalenas, y que parecen haber sido moldeados en las valvas con ranuras  de una concha de Santiago. Pronto, maquinalmente, agobiado  por el  día triste  y la perspectiva de otro igual, me llevé a los labios una cucharada de té en la que había dejado reblandecer un trozo de magdalena. Pero, en el instante mismo que el trago de té y  migajas de bollo llegaban a  mi paladar, me estremecí, dándome cuenta de que pasaba  algo extraordinario. Me había invadido  un placer delicioso, aislado, sin saber por qué, que me volvía indiferente a vicisitudes de la vida, a sus desastres inofensivos, a su brevedad ilusoria, de la misma manera que opera el amor, llenándome de una esencia preciosa; o, más bien, esta esencia no  estaba en mí sino que era yo mismo. Y no me sentía mediocre, limitado, mortal. ¿De dónde podía haberme venido esta poderosa alegría? Me daba cuenta de que estaba unida al gusto del té y del bollo, pero lo sobrepasaba infinitamente, no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía? ¿Qué significaba? ¿Cómo apresarla? [...]

Y, de repente, el recuerdo aparece. Ese gusto  es el del trocito de magdalena que el domingo por la mañana en Combray (porque ese día yo no salía antes de la hora de misa), cuando iba a decirle buenos días a su habitación,  mi tía Leonie me daba, después de haberlo mojado en su infusión de té o de tila. La vista de la pequeña magdalena no me había recordado nada, antes de probarla; quizá porque,  habiéndolas  visto a menudo después, sin comerlas, sobre las mesas de los pasteleros, su imagen había dejado esos días de Combray para unirse a otros más recientes [...]      

     Y desde que reconocí el gusto  del trocito  de magdalena mojada en la tila que  me daba mi tía (aunque todavía no supiera y debiera dejar para más tarde el descubrir por qué ese recuerdo me hacía feliz), en seguida  la vieja casa gris, donde estaba su habitación , vino como un decorado teatral a añadirse al pequeño pabellón que estaba sobre el  jardín ..."   

Fragmento tomado de Por el camino de Swann, una de las  siete novelas que forman la colección En busca del tiempo perdido del escritor francés Marcel Proust (1871-1922)


¿Te ha pasado algo parecido, hay olores y sabores que te recuerdan lugares o momentos de tu pasado?

¿Te gustaría saber por qué ocurre eso?


Se trata de experiencias sensoriales que desencadenan los llamados "recuerdos involuntarios", es decir, recuerdos que emergen sin que los busquemos y son evocados después de experimentar estímulos al azar.

Si este tema te interesa, te invito a leer  este artículo publicado por la BBC News Mundo el 29 agosto 2018, encontrarás las respuestas que buscas: https://www.bbc.com/mundo/noticias-45303759 










    
  
   
 AUTORRETRATO

OSCAR

Sus ojos de cambiante color, rodeados por un rostro pensativo con canosa barba y carente cabellera, miran con incertidumbre el final del camino, en medio de altibajos físicos y espirituales creencias.





AUTORRETRATO SOCIAL Y FÍSICO

VIRGINIA

Me miré al espejo, me veo bien organizada y me digo: Virginia, gracias por romper con esas sombras, con esas pandemias que cargabas y creías que todo estaba bien.
En estos días de cuarentena, me di cuenta de no estar equivocada al tener una posición crítica frente al caos humano que hemos estado viviendo. Sigo en el espejo y pienso con relación a lo físico: me veo bien, me acepto, lo importante es lo que tenías que cambiar, ya lo has modificado, de no masificarse, siempre en busca de la sabiduría para obrar mejor, el desamor por el amor, ser justa, en fin, tantas cargas que, por prepotencia, falta de humildad y muchos otros aspectos, no cambiamos.
Me detuve otra vez en lo físico y retrocedí en el tiempo, niñez, juventud y pensé que los años no vienen solos, ¡Qué cambios tan bruscos! es un proceso natural, la belleza interior se ve mucho mejor y no se arruga.
Coloqué el espejo en una mesa y sentí mis espaldas más livianas, me recosté en la cama y recordé que Dios es verbo no sustantivo.



AUTORRETRATO

EDISÓN

Al mirar los ojos de aquel reflejo, la noche va enlazando cada imagen de los tiempos que atraviesan esta historia. Oscuridades que se dibujan devenidas de un confín de recuerdos, aquellos tiempos de un caminante que a cada paso dejó rastros de claridad y también de épocas aciagas; la mirada queda suspendida y hay un libro interminable en la espera de ser releído. Las líneas escritas sobre esta obra corta esclarecen cada capítulo, y yace dentro un mural de la certidumbre de aquellos anhelos que han marcado un final aún incierto. El tiempo va dejando un rastro que deambula todos los días en  el silencio, una duda se va tejiendo en cada noche que miro  mi rostro en este espejo, allí en ese pequeño instante en que la contemplación se forja en su estado más perfecto puedo entender las sonrisas desaparecidas, lo difícil que va siendo el paso complejo de los años que laceran más  la voluntad, aun en mi cuarto hay líneas de  tiempo que no logro revisar, palabras que en la memoria se van tejiendo en hechos memorables del sueño. Ahora mis ojos deambulan mi cuerpo como contemplando lo fantasmagórico, como la sombra que nos persigue en la viva luz de todos los días. Rutilante aquella mirada, que absorbe toda atención en la rutina, cuan cadena es la misma línea que perseguimos en el tiempo, mi reloj como una reliquia se ve en el espejo, se ve en la perplejidad y aun así me tienta en mirar su hora exacta como el hábito que se va construyendo. Vuelvo a mirar mi rostro en una ansiedad que desborda la locura, el espejo se mueve conmigo y me persigue en el paso que doy, pienso en mi ámbito y en las formas de desterrar la nostalgia, el recuerdo  se esgrime  en su estela incierta y en  la noche se hace aún más  profundo su camino,  vastedad de incertidumbres a la misma hora en que el retrato  aparece de nuevo, y allí comienza otra vez el juego mortal de la espera,  de la remembranza como  arma infalible en mi rostro, los años  van dejando retratos  plasmados de este y otros días como una colección de  imágenes, que despuntan  heridas y  horas eternas que invaden  el recinto.

miércoles, 8 de abril de 2020



EJERCICIO: Si yo fuera...



El ejercicio consiste en pensarnos desde lo hipotético para encontrar imágenes o símbolos que nos ayuden a representarnos.


¿Si fueras una canción, cuál sería?

¿Y si fueras un color?

¿Un animal?

¿Una fruta?

¿Si fueras una tienda, qué se vendería en esa tienda?

¿Una comida?

¿Un juguete?

¿Una calle?

¿Un personaje histórico?

¿Un libro?

¿Una planta?

¿Un ciudad?

¿Una película?

¿Un medio de transporte? 

¿Un olor? 

¿Una prenda de vestir? 

¿Un estado de ánimo?












GALERÍA DE AUTORRERTATOS


En la historia del arte, todos los artistas se han pintado alguna vez a sí mismos, ¿Qué hay detrás de la necesidad que experimenta un artista por retratarse a sí mismo?



Este autorretrato de Van Gogh fue realizado en septiembre de 1889, después de haber superado una crisis de salud se observa sano y fuerte pero mirada y sus gestos revelan sus preocupaciones interiores pues; aunque que ha superado la fuerte crisis, teme una nueva recaída, en particular teme no volver pintar.





Aunque muchos suponen que las pinturas de Frida Kahlo  eran reflejos de sus sueños o imágenes surrealistas, la misma artista aclaró que en realidad sus autorretratos eran representaciones de su propia vida y de sus emociones: "Me pinto a mí misma porque soy la persona a quien mejor conozco"






Los autorretratos de Rembrandt muestran cómo fue cambiando su concepto de sí mismo en el tiempo. La mayor parte de su producción artística son autorretratos; siempre llamó la atención el interés del pintor por su propio rostro. Se le conocen más de cien autorretratos en los que dejó una biografía íntima de sus cuarenta años de vida artística.





“El reflejo de tu cara ya es otro en el espejo y el día es un dudoso laberinto.  Somos los que se van. La numerosa nube que se deshace en el poniente es nuestra imagen. Incesantemente, la rosa se convierte en otra rosa. Eres nube. Eres mar, eres olvido. Eres también aquello que has perdido”. Jorge Luis Borges.


A propósito de este último autorretrato pintado por Borges, les comparto un link donde pueden encontrar diferentes autorretratos de escritores muy interesantes: https://lapiedradesisifo.com/2013/03/19/autorretratos-de-escritores/













 AUTORRETRATO DE SALVADOR DALÍ


Había dejado crecer mi cabello y lo llevaba largo como el de una niña y, mirándome al espejo, adoptaba con frecuencia la postura y el melancólico aspecto de Rafael, a quien habría querido parecerme lo más posible. Aguardaba también con impaciencia que creciera el vello en mi rostro, para poder afeitarme y llevar largas patillas. Deseaba darme lo antes posible un «aspecto insólito», componer una obra maestra con mi cabeza. Compré un gran sombrero de fieltro negro y una pipa que no fumaba ni prendía nunca, pero que mantenía constantemente colgando a un lado de mi boca. Me asqueaba el pantalón largo, y decidí llevarlo corto, con medias y a veces bandas. Los días de lluvia llevaba un impermeable que había traído de Figueras, pero tan largo que casi llegaba al suelo. Con este impermeable, llevaba el gran sombrero negro, del cual surgía mi cabello a cada lado como crines. Me doy cuenta actualmente de que los que me conocieron entonces no exageran de ningún modo al decir que mi aspecto era «fantástico». Realmente lo era. Siempre que salía o volvía a mi habitación, formábanse grupos de curiosos para verme pasar. Y yo seguía mi camino con la cabeza alta, henchida de orgullo.




jueves, 2 de abril de 2020

AUTORRETRATO MÓNICA PELÁEZ







AUTORRETRATO

Mónica Peláez

No sé qué tan bien la conozco, pero sé que cualquier intento por describirla puede resultar contradictorio. Puedo decir que su expresión siempre fue desafiante, en sus labios siempre había gesto irónico. Sus cejas oscuras y sus ojos agudos hacían pensar a todos que ella tenía la razón, siempre, sobre cualquier cosa. Sin embargo, era de ideas flexibles y palabras suaves.  


La recuerdo cuando tenía 15 años, lo tenía todo y no lo sabía, tenía demasiado miedo para darse cuenta. No sabía que su pelo largo nunca volvería a brillar tanto como entonces, su piel nunca volvería a ser tan suave y ella no lo sabía. Estaba preocupada por el mañana; caminaba triste y ausente en medio de su soledad, una soledad que había elegido voluntariamente.  Tenía 15 hermosos años, la sonrisa fácil y la mirada inquieta; pudo haber abrazado el mundo; pero no lo hizo. Se negó a toda posibilidad para vivir en la ilusión de lo imposible.


Pasaron seis largos años antes de que viera su error con claridad. Cumplió la mayoría de edad y, entonces, llegaron los reproches y la culpa; llegaron también las ocupaciones para convertirla en una adicta al trabajo. Estar ocupada era la mejor estrategia para no pensar en los vacíos que deja el tiempo perdido. Se convirtió en una mujer de fortalezas frágiles, de certezas dudosas.




AUTORRETRATO DE BORGES




Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y solo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras
cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. No sé cuál de los dos escribe esta página.
FIN

AUTORRETRATO DE PABLO NERUDA







AUTORRETRATO DE PABLO NERUDA


Por mi parte, soy o creo ser duro de nariz,
mínimo de ojos, escaso de pelos
en la cabeza, creciente de abdomen,
largo de piernas, ancho de suelas,
amarillo de tez, generoso de amores,
imposible de cálculos,
confuso de palabras,
tierno de manos, lento de andar,
inoxidable de corazón,
aficionado a las estrellas, mareas,
maremotos, administrador de
escarabajos, caminante de arenas,
torpe de instituciones, chileno a perpetuidad,
amigo de mis amigos, mudo
de enemigos,
entrometido entre pájaros,
mal educado en casa,
tímido en los salones, arrepentido
sin objeto, horrendo administrador,
navegante de boca
y yerbatero de la tinta,
discreto entre los animales,
afortunado de nubarrones,
investigador en mercados, oscuro
en las bibliotecas,
melancólico en las cordilleras,
incansable en los bosques,
lentísimo de contestaciones,
ocurrente años después,
vulgar durante todo el año,
resplandeciente con mi
cuaderno, monumental de apetito,
tigre para dormir, sosegado
en la alegría, inspector del
cielo nocturno,
trabajador invisible,
desordenado, persistente, valiente
por necesidad, cobarde sin
pecado, soñoliento de vocación,
amable de mujeres,
activo por padecimiento,
poeta por maldición
y tonto de capirote.